Por mediados de los ochenta, cuando iba terminando la primaria, tuve como profesora a una persona que, realmente, excluía, separaba a los alumnos de otros. Había en el aula alumnos “buenos” en conocimientos los que, ante alguna pregunta de la profesora o nota alta en el examen escrito, eran considerados aplicados. Frente otros que eran adjetivados como regulares y otros considerados malos y desaplicados. Bien vertical y notorio era la separación. Había tres filas muy excluidas. Sumamente profunda la separación sin considerar las habilidades que pueden haber manejado los estudiantes de esos tres grupos. Habilidades diversas que pueden haber procedido de sus rasgos culturales y otra diversidad.

En esa época la marginación y la exclusión de los estudiantes eran fuertes y plasmados en los Planes Curriculares de Educación. El concepto de DIVERSIDAD no existía. Existían, en su mayoría, colegios y escuelas para hombres y mujeres dando a entender que los hombres y mujeres no se pueden unir, dando a entender que las hombres no se pueden comparar con las mujeres, dando a entender que, en juegos escolares, existen disciplinas exclusivas de los hombres y mujeres. Es más, si existía un estudiante hombre o mujer con una orientación sexual igual a la suya era totalmente invisibilizado o excluido. El Gey o la Lesviana, muchas veces, censuradas/dos por las autoridades de las instituciones educativas y, ante la burla de los demás compañeros, no hacían nada. En una palabra, la diversidad: invisibilizada.

En los últimos años, casi al primer tercio del siglo XXI, muy poco se avanzado en diversidad en la escuela. Pero antes aclaremos la idea de diversidad. Más que un concepto es una práctica, más que una teoría es una pragmática razonable que, las autoridades políticas con sus políticas de Estado, solo han quedado en el verbalismo y la exclusión es evidente como problema de la diversidad. Poco son los profesores que tienen amplia información sobre diversidad y de los derechos que poseen las personas de cualquiera forma de diversidad. El problema que surge en ellos es que se encuentran con una amplia pared que no facilitan su trabajo en la diversidad en la escuela.

Profundicemos un poco más en diversidad. Es un trabajo nada fácil, es por el contrario complejo. Para entenderlo hay que partir de la idea de que no existe nada que sea igual. El mundo es diverso, las personas son diversas. Hasta los mismos hermanos no son iguales a pesar de descender de los mismos padres. Incluso un flamante matrimonio es diverso porque las dos personas que se unen con el objeto de construir una familia, son diferentes. Entonces la diversidad es compleja.

Si vamos un poco más allá: la diversidad no solo es compleja; sino, específica. En la sexualidad, que se da en todas las etapas de la vida, que es como un respirar en la vida de las personas, existen manifestaciones que muchas veces son excluidas. Las personas con orientación sexual definidas: geys, lesbianas son, a esta altura del tiempo, excluidas como personas con defectos y olvidando las habilidades que manejan y que puede contribuir en la marcha de una organización ya sea pública o privada. Lo mismo sucede con las personas trans, bisexuales, binarias…Si desde el sistema educativo no se hace nada para entender la diversidad sexual seguiremos siendo un país excluyente y lleno de odios. Por consiguiente violento.

Desde la culturalidad y lo social, del mismo modo, la diversidad es de gran brecha que se tiene que superar en este tiempo que dicen de modernidad. Existe racismo sin razas han dicho los especialistas. Y con mucha razón. Es bueno que se pregunten los profesores y los que diseñan las políticas educativas: ¿existen razas en el Perú? Si estos diseñadores panifican las políticas desde la idea de raza sí que estamos en el mismo pantano de la marginación racistas. Desde la escuela se debe enseñar que no existe razas ni que una es mejor que la otra, ni que el blanco es mejor que el negro o el indígena o andino. La premisa para educar con diversidad es que se debe partir que existen personas con derechos tan igual como los demás. Para educar con diversidad se necesita más que leyes, instrumentos, presupuesto y personal docente capacitado.

Esto no queda aquí, sino avanzamos más. En la discapacidad también existe diversidad que, también, lo invisibilizamos. Excluir al discapacitado ya sea por tener discapacidad cerebral, discapacidad visual, discapacidad auditiva o física es quitarle derechos. El niño autista no es un extraño, ni con una enfermedad contagiosa, es él con otras habilidades y con derechos. Lo que no tiene el niño sin discapacidad, lo tiene el con habilidades diferentes. Del mismo modo, se tiene que educar a los futuros ciudadanos con la idea de que todos tienen habilidades diversas y todos cumplen una función en la sociedad. Lo que sí tiene que hacer el Estado es proporcionar a los profesores las herramientas y capacitación para enfrentar la educación de niños y adolescentes con habilidades diferentes que llegan a la escuela. No solo improvisar la formación con los denominados tutores.

La diversidad en la escuela no solo es un plan; sino también un compromiso del Ministerio de Educación y de los profesores. De aquéllos para que las políticas educativas no solo queden en lirismo; sino sea práctica y resultado. De éstos para que la idea de diversidad, en las nuevas generaciones, no sea un problema. Depende mucho de la capacitación que reciba el profesor.